Título: El grillo del hogar (en el idioma original, The Cricket on the Hearth).
Autor: Charles Dickens.
Sinopsis: [...] apareció en 1845 [...]. El periódico The Times atacó al autor y calificó a El grillo del hogar como una aparición disparatadamente necia y lo acusó de enfrentar al pobre contra el rico; aunque un estudio más detenido de las escenas que tratan de la vida en el hogar de las clases trabajadoras, acaso sugiere la posibilidad de que estuviera enfrentando al rico contra el pobre. [...] (Extracto del Estudio Preliminar de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Editorial Porrúa, S. A. de C. V.
¿Qué les puedo decir? Cuando busqué un ejemplar propio de Canción de Navidad, algunos quizá lo recuerden. Fue el año en el que publiqué en el blog mis primeras entradas de OSECIaventuras dedicadas a la Navidad, adaptando el famoso relato de Dickens a las personas que aparecían. Y mi ejemplar, como pueden ver en la imagen de portada, tenía dos obras más del autor inglés, de las cuales sabía vagamente que El grillo del hogar fue publicado, en su momento, en época navideña (o algo así). Por lo tanto, para el maratón de lectura de diciembre 2016 en el que participé, decidí leerlo, esperando que Dickens no me saliera con otro de sus finales agridulces en el que el protagonista a veces no acaba feliz.
El relato comienza con una escena hogareña donde se espera que llegue el señor de la casa, el cual trabaja como mensajero, lo que actualmente sería un empleado de una paquetería, más o menos. El hombre ha llevado a un pasajero con él, pues lo encontró en el camino y le dio asilo, lo cual a su mujer no le molesta, no después de que le explican las circunstancias. Pasa por allí un empleado de un juguetero muy conocido, preguntando si hay paquetes para su patrón, para de paso comentar que el juguetero se consiguió una novia muy joven, antes de retirarse.
Después el relato nos hace conocer al empleado del juguetero, que tiene una hija ciega a quien ha hecho creer que tienen una vida mejor de la que en realidad les ha tocado. El hombre adora a su hija, solo por eso se atrevió a contarle unas cuantas fantasías, aunque parece que todo sale mal cuando hablan del próximo casamiento del patrón.
Y finalmente, parece que el mismo patrón juguetero trae gratis la infelicidad al matrimonio del mensajero, con la insana satisfacción de, según él, hacer un bien, cuando en realidad parece otra cosa. El juguetero no es que sea agradable, ni físicamente ni de carácter, así que por eso nadie se explica que le vaya tan bien, ni que se consiguiera una novia joven y bonita, ¿pero será que hay algo más?
En sí, el relato es algo rimbombante. Lo sé, era el lenguaje que se acostumbraba entonces en la literatura, Dickens lo usa muy bien, solo debe ser que no estoy acostumbrada a él. Además, como mencioné antes, me he quedado con la idea de que a este hombre le gustaba hacer sufrir lectores (consíganse Almacén de Antigüedades si no me creen), y en El grillo del hogar lo hizo, al menos durante un rato. Digamos que si hay que aprenderle algo a Dickens, es la forma en que hace drama, en serio. Las telenovelas de hoy en día no le ganarán fácilmente.
Detalle aparte: lo siento mucho, Porrúa, pero tengo que decir esto: no deben conseguirse tu ejemplar. ¡Hasta "Charles" (Dickens) lo traduces como "Carlos"! Eso no se hace, no, no, no... (Bell rueda los ojos, qué quisquillosa se ha vuelto con los nombres).
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2016)
El relato comienza con una escena hogareña donde se espera que llegue el señor de la casa, el cual trabaja como mensajero, lo que actualmente sería un empleado de una paquetería, más o menos. El hombre ha llevado a un pasajero con él, pues lo encontró en el camino y le dio asilo, lo cual a su mujer no le molesta, no después de que le explican las circunstancias. Pasa por allí un empleado de un juguetero muy conocido, preguntando si hay paquetes para su patrón, para de paso comentar que el juguetero se consiguió una novia muy joven, antes de retirarse.
Después el relato nos hace conocer al empleado del juguetero, que tiene una hija ciega a quien ha hecho creer que tienen una vida mejor de la que en realidad les ha tocado. El hombre adora a su hija, solo por eso se atrevió a contarle unas cuantas fantasías, aunque parece que todo sale mal cuando hablan del próximo casamiento del patrón.
Y finalmente, parece que el mismo patrón juguetero trae gratis la infelicidad al matrimonio del mensajero, con la insana satisfacción de, según él, hacer un bien, cuando en realidad parece otra cosa. El juguetero no es que sea agradable, ni físicamente ni de carácter, así que por eso nadie se explica que le vaya tan bien, ni que se consiguiera una novia joven y bonita, ¿pero será que hay algo más?
En sí, el relato es algo rimbombante. Lo sé, era el lenguaje que se acostumbraba entonces en la literatura, Dickens lo usa muy bien, solo debe ser que no estoy acostumbrada a él. Además, como mencioné antes, me he quedado con la idea de que a este hombre le gustaba hacer sufrir lectores (consíganse Almacén de Antigüedades si no me creen), y en El grillo del hogar lo hizo, al menos durante un rato. Digamos que si hay que aprenderle algo a Dickens, es la forma en que hace drama, en serio. Las telenovelas de hoy en día no le ganarán fácilmente.
Detalle aparte: lo siento mucho, Porrúa, pero tengo que decir esto: no deben conseguirse tu ejemplar. ¡Hasta "Charles" (Dickens) lo traduces como "Carlos"! Eso no se hace, no, no, no... (Bell rueda los ojos, qué quisquillosa se ha vuelto con los nombres).
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
(Leído en 2016)
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