jueves, 22 de diciembre de 2011

La OSECI presenta... Incauto Cuento de Navidad (IV)

~En la entrada anterior…~

El tercer acto fue muy aplaudido, ya que en él tuvieron su momento de gloria Mery, Doño Dann, su esposa, sus hijos Irina y Rómulo (de los cuales, por cierto, pocos sabían su existencia), Janni, el marido de ella y varias personalidades más. Sin embargo, al terminar el acto, resonó un grito de Bell que la audiencia apenas atendió, pero se preguntaron qué habría sucedido.

¿Qué nueva calamidad amenazará con hacer que el día termine mal? Como si no hubiera sido suficiente que Nea se sintiera ignorada en su propio cumpleaños y amenazara al que se le cruzara con su látigo y su daga negra…

Vamos a averiguarlo.

~18 de diciembre, en el Teatro Imaginario…~

Esto fue lo que ocurrió inmediatamente después que terminara el tercer acto.

—¿Cómo que no llegó? —clamó Bell repentinamente, atendiendo una llamada por su celular —A ver, despacio, porque ahora mismo no soy serenidad ni paciencia…

Las SECI’s, reconociendo lo que quería decir su Líder con lo último, les hizo señas a todos para que se refugiaran lo más lejos posible. Y finalmente, acompañada del estallido de un par de bombillas encendidas, Bell gritó.

—¡¿Se lo entregaron a otra persona por error?! —hubo un par de segundos de silencio antes que Bell respirara profundo y siguiera hablando (eso sí, todavía gritaba) —¡Pues no me importa cómo le hagan! Pagué por él, pedí específicamente que llegara hoy y ahora me lo entregan. Aunque tengan que poner en ello a todo su inepto servicio de mensajería, ¿he sido suficientemente clara? —otro silencio, durante el cual la joven rodó los ojos con hartazgo —Bien, en cuanto lo tengan, llévenlo a la dirección que les indiqué. Y no se les ocurra llamarme para otra cosa que no sea confirmar que lo recuperaron. Hasta luego.

Bruscamente, Bell presionó el botón que cortaba la llamada y cerró el aparato, color rosa y de forma cuadrada. Se tomó unos minutos para tranquilizarse y después, logró esbozar una sonrisa nerviosa, casi histérica, pues el día no invitaba a otra cosa.

—¡Muy bien hecho hasta ahora! Estén atentos al inicio del cuarto acto. ¡Que nada salga mal, por favor! —lo último fue dicho casi en un susurro, como si suplicara a todos los ángeles y santos habidos y por haber.

—¿Qué habrá sucedido? —se preguntó May en voz baja.

—Etto… No sé, pero Bell–sempai se veía estresada —comentó Joke.

—¿Más? —dejó escapar Makoto Black, que con taza de ponche en mano, arqueaba las cejas —Pobre Bell, la compadezco por dirigir a este grupo de chifladas…

Las SECI’s presentes le dedicaron miradas furibundas.

—Voy a ver si me dice qué le pasa —indicó Veerie.

—Ni te molestes —la detuvo Baru —Ya fue su novio.

—¡¿Su qué?! —exclamaron May, Carmen y Luna a coro, estupefactas.

Baru no les contestó por ver al joven de cabello oscuro y ojos verdes pasar a toda velocidad rumbo a la salida más cercana del teatro.

—Espero que fuera por un sedante —rogó la esposa de Seba antes de ir a su camerino.

—¡No entiendo qué narices pasa! —espetó Writer, causando un sobresalto en el resto de sus compañeras pues era rarísimo cuando levantaba la voz —¿Desde cuándo Bell tiene novio?

—¡Y nos preguntas a nosotras! —soltó Luna —Estamos en las mismas que tú.

—¡Dos minutos para el cuarto acto! —anunció Mery, ya sin su traje de Espíritu de las Navidades Presentes —¿Qué les pasa? —inquirió, extrañada.

—¿Sabías que Bell tiene novio? —preguntó Carmen a su vez.

—No bromees, ¿a qué hora se lo consiguió? —Mery se echó a reír.

—¡Mery O’Flahertie, te escuché! No me provoques o desaparecen de la biblioteca todos los libros de Wilde, ¿entendiste?

—Y yo creí estar estresada… —musitó la Diosa Menor de la Danza —¡Sí, señora! —hizo un saludo militar y salió corriendo de allí.

Casi sin darse cuenta, ya estaban todos listos para el cuarto acto. Pad, desde su puesto, vio que Nea se acomodaba en su cama con el ceño más relajado que antes, y deseó que alguien, finalmente, la hubiera felicitado por su cumpleaños (ella no se había atrevido porque la intimidaban la daga negra y el látigo). Cuando le dieron la señal y fue iluminada, la Ahijada de la Alcaldesa sonrió con amabilidad al público.

—Nea había reflexionado mucho en el par de horas que le quedaban antes de la última visita de la noche —narró Pad, luego de un breve aplauso que le dedicaron por el inicio del cuarto acto —Y presentía que, como bien insinuó el Espíritu de las Navidades Presentes, debía aprender algo si no quería pasarla mal.

Se abrió el telón y se vio a Nea en su cama, con semblante pensativo, y luego se movió como si sintiera a alguien en la habitación.


—¿Quién está allí? —preguntó.

En la misma esquina donde antes apareciera Mery como Espíritu de las Navidades Presentes, se vislumbró una sombra que poco a poco salió a la luz del escenario, dejando ver una alta figura vestida con una larga túnica de un color gris oscuro que emitía un tenue brillo plateado. Una capucha le ocultaba el rostro, y en una mano de finos dedos sostenía una lámpara antigua, de esas que guardaban una vela en su interior e iluminaban su entorno.

—¿Eres… el tercer espíritu que debía visitarme? —preguntó Nea, dudosa.

La figura asintió con la cabeza.

—¿No vas a hablar o qué? —espetó Nea, poniéndose más nerviosa.

Esta vez la figura negó, levantando un poco más su lámpara y tendiendo la mano libre.

—¿Tengo que tomarte la mano?

Ante el nuevo asentimiento del espíritu, Nea obedeció. Esta vez, el humo que surgió por todas partes era de un tono violeta muy claro, pero aún así denso. Al disiparse, Nea se halló en una calle que conocía bien.

—¡Eh, por aquí voy a Potter & Poulain! —exclamó la dueña del látigo.

En ese momento, unas cuantas personas se dejaron ver en lo que parecía la esquina de la calle. Eran unos cuantos empleados de Doño Dann que habían aceptado hacer aquella pequeña intervención a cambio de algo prometido por su jefe (y mejor no preguntar de qué se trataba.

—¿Entonces es oficial? —dijo uno de los hombres, de traje azul marino.

—Sí, eso parece. Dicen que fue anoche —otro hombre, luciendo un traje color verde oscuro, meneó la cabeza de arriba abajo.

—¿Y quién dio la noticia? —se interesó un tercer sujeto, de traje marrón.

—Parece que desde la semana pasada estaba en cama, el médico entraba y salía de su departamento —respondió el de traje verde —Yo vivo cerca, por eso me enteré.

—¿Y qué pasará con su fortuna? ¿Quién la heredará? —inquirió el de traje azul marino.

–Nosotros no, eso es seguro —soltó el de traje marrón.

Los otros dos rieron, para luego intercambiar frases de despedida y marcharse cada quién por su lado. Nea arqueaba las cejas, aparentemente sin comprender, cuando de nuevo el espíritu tendió su mano para que la tomara.

—¡Pero si no hemos visto nada! —se quejó la dueña del látigo.

El espíritu hizo un movimiento de mano, pidiendo así que obedeciera.

—De acuerdo, de acuerdo…

Al tomarle la mano, el humo violáceo reapareció, para dar paso a la habitación de la casa de los Writerhouse vista en el acto anterior. Peti apareció en la mecedora, tejiendo lentamente, pero su caracterización la mostraba más triste y acabada que antes. Junto a ella, en el suelo, May y Joke jugaban en silencio con Rómulo, en tanto Writer leía con desgano.

—Hola, familia —saludó Luna, entrando a escena luciendo ropa gris y negra. Sonrió levemente y se acercó a Peti —Hola, mamá, ¿qué tal va todo?

—Bien, gracias por preguntar.

—¿No ha llegado papá? —quiso saber Luna.

—Todavía no —corearon May y Joke.

—Creo que venía más rápido cuando Irina lo acompañaba —comentó Writer con tristeza.

—Yo quería ir con él y no me llevó —se quejó Rómulo, haciendo un mohín.

—Hijo, comprende, a tu padre no le gusta ir allí acompañado, se incomoda.

—Ya llegué —saludó Dann, mirando con ademán abstraído a todos.

Rómulo corrió hacia Dann, quien lo alzó en brazos con lentitud, forzando una sonrisa en sus labios. Acto seguido, les hizo un gesto al resto de sus hijos para que se le acercaran. Ellos hicieron caso, dándole un gran abrazo.

—¿Todo bien? —preguntó Peti.

—Sí, es bonito allí, pese a todo. Nunca le podré agradecer lo suficiente a Fic…

—¿A Fic? ¿Te refieres a Fictus?

—Sí. Él y B han sido muy amables conmigo. Te mandan saludos, ‘posa mía, y quizá se pasen por aquí un día de estos. Ya sabes, Fic tiene sus propios problemas y B está muy ocupado.

—Lo recuerdo. Pobre Fictus…

—Yo lo único que puedo hacer es pensar en Irina e intentar sonreír —Dann se encogió de hombros, no muy convencido de lo que decía —Hijos, ¿harán lo mismo que yo? Dedíquenle a Irina un minuto diario y se los agradeceré.

—¡Siempre, siempre! —afirmaron Luna, Rómulo, Writer, Joke y May.

—Momento, ¿Irina…? ¿Irina se…?

Nea miraba al silencioso espíritu, esperando alguna respuesta, pero la figura con la lámpara permaneció muda, sin mover ni un músculo.

—¿Y qué acaba de decir de Ficticio y B? ¿Eso sí puedo saberlo?

El espíritu tendió su mano libre y Nea no titubeó en sujetarla.

Luego de desaparecer la humareda violeta, se vieron en un cementerio de lápidas blancas. Era lo que Nea se había estado temiendo respecto a Irina, pero ahora se veía confusa, como si no comprendiera qué hacía allí.

—Feliz Navidad, Zinnia —dijo una voz familiar cerca de Nea y ella contempló, incrédula, al marido de Bell parado frente a una lápida —Debemos dejar de encontrarnos así —musitó el hombre, con una temblorosa sonrisa —Cada vez que vengo en Navidad, es a enterrar a alguien.

Nea se preguntó a qué se refería, y al empezar a caminar el de ojos verdes, ella lo siguió unos cuantos metros, con el espíritu detrás. Al detenerse el marido de Bell ante una fosa abierta, Nea se fijó que allí también estaba B, vestido de negro y con una cara muy seria.

—Gracias por arreglarlo todo, Fic —comenzó B con voz apesadumbrada —Yo estaba de viaje, apenas me enteré ayer de todo y cuando el avión aterrizó, me llamaste y me contaste el resto —suspiró con cansancio —Increíble que ni siquiera quisiera un velorio normal…

—Ya sabes cómo era, Bell insistía en que sería brillante para elegir las novelas para publicar, pero era completamente fría en todo lo demás.

—¿Fría? Sí, eso le queda —tras asentir, B volvió a suspirar —No puedo quedarme, simplemente no lo aguanto. ¿Podrías…?

—Claro, no te preocupes.

B hizo una inclinación de cabeza dirigida hacia la lápida y se marchó.

—¿Por qué se ve tan triste? —quiso saber Nea —¿Se consiguió una novia nueva y murió?

Por toda respuesta, el espíritu acercó su lámpara a la lápida.

En ella se leía “Altair Andrea Black Poulain. Descanse en paz”.

—¿Es una broma? —Nea retrocedió, mirando sin querer cómo el marido de su difunta socia le hablaba a un hombre con una pala que acababa de llegar —¿Y ellos son los únicos que se dignaron a…?

Nea cortó su pregunta de golpe y razonó en voz alta.

—No me lo gané, ¿verdad? Bell tenía razón, todos tenían razón. No pensaba más que en mí, en el dinero, en nada más.

Nea se dejó caer de rodillas ante la tumba vacía, su tumba. Apretaba los puños con fuerza, pero luego, en  un verdadero arranque, tomó su látigo y comenzó a sacudirlo con fuerza. Con todo el disimulo del que fue capaz, Fictus se hizo a un lado y desapareció de la escena.

—¡Eso no es excusa! —vociferó, liberando el enojo que había acumulado durante todo el día —Sí, soy mandona, sarcástica, tacaña, avara, algo violenta, ¿pero nadie se acordó de mí? ¿Qué tengo que hacer para que no me muera más sola que la una? ¿Acaso debo enmendarme? ¿Ser una chica linda y amable? ¡Pues lo seré! ¡Seré buena todo el año! ¡La Navidad siempre la celebraré, ya verán! ¡Los espíritus no han venido en vano! ¿Me oíste, Bell? ¿Me oíste? ¡Tu socia es otra! ¡Ya verás, seré otra! ¡Y no cargaré con un libro más grande que el tuyo!

Nea comenzó a reír de forma nerviosa, afectada, lo que empezó a asustar a muchos. La persona que personificaba al Espíritu de las Navidades Futuras hizo señas con las manos a un montón de gente tras bambalinas y el humo violeta volvió a aparecer. Eso confundió y detuvo a Nea un momento, a juzgar por el silencio que siguió.

Una ráfaga de viento se deshizo del humo y Nea se vio de nuevo en su dormitorio. Atontada, enrolló el látigo, lo dejó en su cama y acto seguido, se echó a reír.

—¡Así que vivo! —exclamó, sonando tan convincente que muchos respiraron aliviados —¡Estoy viva y todo! ¿Pero qué día es? Vamos, vamos…

Nea encendió un pequeño despertador en la mesita de noche a la derecha de su cama y una voz que todos reconocieron avisó.

—¡Buenos días, damas y caballeros! Espero que ayer no hayan bebido demasiado, o si no, les estará dando una cruda de muerte. ¡Feliz Navidad a todos! Esta despejada mañana del veinticinco de diciembre de…

Nea apagó el radio, volvió a reír y corrió hacia un armario del que sacó varias prendas.

—¡Vamos, vamos! Hay mucho qué hacer y poco tiempo. ¡Ah, da igual!

Rió más fuerte, haciendo amago de cambiarse de ropa, pero entonces el telón cayó y Pad fue destacada con el reflector, pudiendo verse que estaba anonadad.

—Ah… Pues como vieron, Nea comprendió finalmente lo que le pasaría de seguir como estaba —narró la Aprendiz, titubeando un poco —Se arregló esa mañana como nunca lo había hecho, salió de su departamento y pasó directamente a la primera tienda que halló abierta, una pastelería, donde ordenó que llevaran el pastel más grande que tuvieran a casa de los Writerhouse. Luego, se marchó con su sobrina, dejándola pasmada y risueña del gusto por verla. Y maliciosa como ella sola, Nea fue el veintiséis de diciembre a la oficina con la firme esperanza de que Dann llegara tarde, como efectivamente pasó.

E            l telón se levantó, dejando ver nuevamente la oficina de Potter & Poulain. Nea estaba de pie ante su propio escritorio, tamborileando con los dedos de la mano izquierda y jugueteando con su daga negra en la mano derecha. Finalmente, a toda carrera, entró Dann muy despeinado y con señas en el rostro de… ¿eso era un arañazo?

—Yo… lamento la demora, señorita Poulain. Navidad solo es una vez al año y… Alguien nos mandó un enorme pastel y…

—Ya, como si me importara —espetó Nea, dejando de juguetear con su daga, la cual dejó con cuidado en el escritorio —Ven acá, Writerhouse, tenemos que hablar. Llegas tarde, ¿no?

Dann asintió en silencio, temeroso, caminando hacia su jefa.

—Muy bien, esto no puede quedarse así —indicó Nea, fingiendo enojo, aunque una sonrisa se asomaba a sus labios —Para arreglar este asunto, nada más sencillo que aumentarte el sueldo. Con eso seguro podrás comprar un auto. ¡Ah! Y aumentaré el porcentaje de regalías que recibes por cada portada que haces. Y me ayudarás a revisar manuscritos más seguido, se te da…

—¿Se siente bien, señorita Poulain? —Dann, al verla tan efusiva, ya se estaba asustando (y no solamente él, sino varias personas del público).

—¡Ah, claro que sí! Y más te vale que me creas —Nea tomó su látigo, pero no lo desenrolló —O si no, la pagarás.

Dann asintió repetidamente con la cabeza.

—Así, Nea dio un brusco giro a su vida —narró Pad, intentando aparentar tranquilidad aunque en el fondo, la asustara que Nea estuviera sujetando su látigo —La gente lo notó, y fueron muchos los que reían o no creían en ello, pero a Nea poco le importaba. Lo que deseaba era honrar el trabajo que se había tomado Bell para enviarle a esos amigos, esos espíritus que nunca volvió a ver pero que le dejaron valiosas lecciones. Y en cierta forma, no hubo otra persona en la ciudad que llevara tan bien la Navidad en el corazón que Altair Andrea Black Poulain.

Pad hizo una reverencia, el público ovacionó con ganas y el telón se alzó, revelando a todo el elenco que había participado en la representación. Nea, por haber sido la protagonista, fue la primera en avanzar un par de pasos y hacer una reverencia, para luego ser imitada por los demás. Cuando todos hicieron una última inclinación entre la salva de aplausos que les dedicaban, Bell se apoderó del micrófono.

—¡Muchísimas gracias por venir, damas y caballeros! Ahora están cordialmente invitados a una fiesta en la residencia de la OSECI, ¡en tu honor! —señaló a Nea, que la miró con incredulidad —¿No creíste que lo olvidaría, verdad? —a una señal, el joven de cabello oscuro y ojos verdes le pasó un alargado paquete envuelto en brillante papel azul y plateado —¡Feliz cumpleaños!

La joven recibió el paquete con la cara colorada, entre vítores, abrazos y felicitaciones de todo el mundo. Como pudo, abrió lo que le había regalado Bell, que resultó ser algo que puso a temblar a más de uno, pero que a Nea dejó encantadísima.

—¡Un arco y flechas! —exclamó, fascinada —¡Un arco y flechas como las de Katniss! ¡Bell, condenada! ¿Cómo los conseguiste? ¡Debieron costarte una fortuna!

Ahora Nea gozaba de una nueva arma, casi idéntica a la que usaba la protagonista de Los Juegos del Hambre, trilogía de la cual era fanática.

¿Cómo se le había ocurrido a Bell darle semejante regalo?

—¡Ah, no fue nada! Ya me pagaron aguinaldo, así que con eso lo ordené. Si no es por el despiste del servicio de mensajería, te lo hubiera dado esta misma mañana.

¡Con que eso había alterado tanto a Bell después del tercer acto! Todos agradecían no ser los empleados de ese mentado servicio.

—¿Entonces qué? ¿Quieres celebrar? Tengo algo especial para ti en la residencia,

—¿Más? —Nea parpadeó repetidamente, pasmada.

—¡Pues claro! ¿Qué es un cumpleaños sin un pastel?

La perspectiva de celebrar (finalmente) el cumplir un año más de vida, era algo que Nea no quería perderse. Salió del brazo de B muy sonriente, cargando celosamente su regalo, y seguida por las chicas de la OSECI y el elenco de la obra, fue directamente hacia la residencia.

~Continuará…~

1 comentario:

  1. Bell ¡Me haz impresionado!
    Amé estos cuatro capitulos... son divinos. Me encantó como dirigí la obra ¿soy tan gritona? Mi actuación hermosa <3 el chocolate... jajaja
    El como me burle de que tuvieras novio xD jajajaja
    Muchas gracias por esto, haz alegrado mi noche.

    Awww mi vida amo todas tus entradas :D

    Por cierto ahora estoy leyendo Emma... Es hermoso <3

    Bueno me despido, espero ansiosa la quinta parte.
    Te quiere tu diosa menor de la danza y el drama <3

    ResponderEliminar