sábado, 30 de diciembre de 2023

Tinta a la Carta CXXXV: Cena en tres tiempos

~Entrada~
G de Guardaespaldas
(Sue Grafton)
—¿Un guardaespaldas? —dije.
—Bueno, alguien versado en técnicas de seguridad.
—Tendría que pensarlo —dije tras titubear un segundo—. No quisiera parecer roñica, pero me costará un ojo de la cara. ¿De veras crees que es necesario?
—Te lo diré de otro modo: yo, en tu caso, no me arriesgaría. Tiene antecedentes por seis delitos con violencia.
—¡Ah!
—Eso mismo, ¡ah! Y lo ofensivo del asunto es que ha ofrecido una miseria. Cinco de los grandes por los cuatro. ¡Menos de mil quinientos dólares por cabeza! —Se echó a reír de repente, pero no creo que porque le hiciera gracia.
—No puedo creerlo —dije, tratando todavía de hacerme a la idea. Cuando nos dan una mala noticia, se produce siempre un momento en que todo avanza más despacio, ya que el cerebro es incapaz de asimilar lo que sucede.
 
~Plato Fuerte~
El silencio de la noche
(Sherrilyn Kenyon)
—Luchemos. Si ganas, me matarás.
Céfira ladeó la cabeza y lo miró con expresión suspicaz.
—¿Y si pierdo?
—Me concederás dos semanas para intentar conquistarte de nuevo. Si al final de esas dos semanas sigues odiándome, dejaré que me ejecutes.
Céfira se quedó alucinada al escuchar su ofrecimiento. No terminaba de creérselo.
—¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
—Soy un hombre de honor. Tú mejor que nadie sabes que mi honor lo significa todo para mí. Si no te he conquistado en dos semanas, no me merezco más que morir a tus manos.
—Sabes que no soy la tonta incapaz de manejar un cuchillo de cocina con la que te casaste. Te mataré.
—Lo sé.
—En ese caso, acepto tus condiciones. —Se apartó de él—. Prepárate para morir.
 
~Postre~
Asesinato en el Orient Express
(Agatha Christie)
Poirot se incorporó en el lecho y encendió la luz. Observó que el tren estaba parado… presumiblemente en alguna estación.
Aquel grito vibraba todavía en su cerebro. Recordó que era Ratchett quien ocupaba el compartimiento inmediato. Saltó de la cama y abrió la puerta en el preciso momento en que el encargado del coche cama avanzaba corriendo por el pasillo y llamaba a la puerta de Ratchett. Poirot mantuvo ligeramente abierta la puerta, observando. Sonó un timbre y se encendió la luz de una puerta más allá. El empleado miró en aquella dirección.
En el mismo momento salió una voz del compartimiento de míster Ratchett.
—No es nada. Me he equivocado.
—Bien, señor.
El encargado se dirigió a llamar a la puerta donde se había encendido la luz.
Poirot volvió a la cama, ya más tranquilo, y apagó la lámpara. Antes consultó su reloj. Era la una menos veintitrés minutos.

Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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