sábado, 17 de diciembre de 2011

Tinta a la Carta IV: Merienda en cuatro tiempos

~Aperitivo~
Matilda
(Roald Dahl)
Ya es malo que los padres traten a los niños normales como postillas y juanetes, pero es mucho peor cuando el niño en cuestión es extraordinario, y con esto me refiero a cuando es sensible y brillante. Matilda era ambas cosas, pero, sobre todo, brillante. Tenía una mente tan aguda y aprendía con tanta rapidez, que su talento hubiera resultado claro para padres medianamente inteligentes. Pero el señor y la señora Wormwood eran tan lerdos y estaban tan ensimismados en sus egoístas ideas que no eran capaces de apreciar nada fuera de lo común en sus hijos. Para ser sincero, dudo que hubieran notado algo raro si su hija llegaba a casa con una pierna rota.

~Entrada~
La Ladrona de Libros
(Markus Zusak)
Un libro bajaba flotando por el río Amper.
Un niño se zambulló, lo atrapó y lo agitó en el aire. Sonreía de oreja a oreja.
Esperaba, hundido hasta la cintura en las gélidas aguas de diciembre.
—¿Y ese beso, Saumensch? —preguntó.
El aire a su alrededor era de un frío cautivador, extraordinario y nauseabundo, por no hablar del atenazante dolor provocado por el abrazo del agua, que se iba apelmazando desde los dedos de los pies hasta las caderas.

~Plato Fuerte~
Ghostgirl
(Tonya Hurley)
—¿Así que vuelves al juego? —preguntó Charlotte, incapaz de contenerse y cumplir con la promesa que le hiciera a Pam solo unos minutos antes.
—Más bien eres tú quien lo hace —contestó Scarlet.
Pam observó desde lejos cómo Scarlet y Charlotte se reconciliaban y supo que Charlotte había vuelto a elegir a Scarlet antes que a ella, y a los vivos antes que a los muertos.

~Postre~
Jamás renuncies al amor
(Thomas Brugman)
—¿Qué tiene de malo estar de nuevo enamorado? —preguntó ella —¿Qué tiene que ver la edad con eso? Mira los árboles: florecen una y otra vez sin importar los años de las ramas.
Daniel sonrió. Muchas veces había pensado en una nueva relación; pero, a esa edad, no es fácil enamorarse con rapidez. Por lo menos, no por el simple aspecto de una persona. Quizá al envejecer uno debía invertir el orden: primero conocer los sentimientos de la persona y luego apreciar su aspecto exterior.


Con mis agradecimientos a Nea Poulain por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".

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