Agua Imaginaria tenía uno de sus raros momentos de
paz. La mayoría de sus pobladores deschavetados (u originales, como preferían
llamarse ellos mismos) andaban lejos, ocupándose de asuntos que solamente a
ellos les importaban. Eso dio pie a que la Fundadora y Líder Suprema de la
OSECI tuviera un momento de paz antes de marcharse a su ciudad natal, como el
año anterior, a visitar a su amiga Rubí por su cumpleaños.
¿Y dónde creen que estaba Bell? ¡Sí, justo donde
habían pensado!
~En la biblioteca de la residencia de la OSECI…~
—Cariño, todavía tienes que empacar.
Un hombre joven de cabellos oscuros y ojos verdes
observaba su entorno. Había sido lo suficientemente incauto como para creer que
la “pequeña” tarea que emprendió Bell desde temprano ya estaría terminada.
Grave error. Los numerosos estantes de la biblioteca
estaban por completo revueltos, Bell estaba encaramada a una escalera y ahora
mismo se ocupaba de un estante central tras su escritorio, sacudiendo con
ahínco y, de vez en cuando, hojeando el libro que recién había movido para leer
unas cuantas palabras.
—… Mira de qué
manera trata a sus inferiores, no a sus iguales… —leyó la joven mujer de
anteojos, sonriendo levemente, antes de dejar en su sitio Harry Potter y el Cáliz de Fuego.
—¿Cómo se te ocurrió ponerte a hacer esto hoy?
—inquirió el de ojos verdes, acomodándose los anteojos en la nariz y meneando
la cabeza.
—Fic, guapo, por lo general, cada que quiero limpiar y
ordenar este lugar, hay algo que tengo que solucionar, sobre todo locuras
causadas con las chicas —Bell acabó de sacudir el estante y se pasó al
inmediato inferior, donde volvió a mover ejemplares antes de abrir otro al azar
y leer en voz baja —… No sabría decirlo.
Cuando pude darme cuenta, ya iba por la mitad… —soltó una risita antes de
acomodar donde debía Orgullo y Prejuicio
—Y bueno, ya que por fin se marcharon las chicas de vacaciones esta semana,
aproveché.
—¿Por qué no empezaste ayer?
—Ayer todavía tenía que lidiar con Joke–chan, que
quería comerse todos los chocolates de la reserva, y con May, que la regañaba
cada dos por tres —la Líder Suprema dejó escapar un suspiro, quitando el polvo de
un estante a la izquierda, con especial cuidado, ya que era un grupo de libros en
cuyo lomo se leía que eran todos de Wilde: se trataba de la pequeña colección
de la Diosa de la Danza y el Drama —Debiste verlas, me dejaron la cocina hecha
un desastre…
—De hecho, vi el desastre, ¿te acuerdas?
Bell asintió, echándose a reír antes que el polvo que
quitaba la hiciera toser. Siguió con su tarea rápidamente, porque su galán
tenía razón: les quedaba poco tiempo y ella todavía tenía otros pendientes qué
atender.
La biblioteca, que era el sitio habitual donde Bell
trabajaba, no estaba propiamente dividido por géneros literarios, o por época
de la obra, mucho menos por tipo de edición (rústica, tapa dura, de bolsillo,
etc.). No, cada SECI tenía su propio y personal estante, con la consigna de
ordenarlo como mejor le pareciera. Había de todo, y mientras le avisaras a su
dueña, todas podían tomar prestados los libros de las demás.
Sin embargo, el más grande estante era, precisamente el
que se ubicaba tras el escritorio de Bell, al que llamaban Comunitario, puesto que allí estaban las obras que a todas las
integrantes de la OSECI les gustaban. Rowling, Collins, Gallego García, Martin,
Austen, Brönte, Tolkien, Andrews… Si a una sola de las chicas no les gustaba el
volumen en cuestión, no se colocaba en el Comunitario. Bell se alegraba de que,
al menos, esa fuera una de las pocas reglas que se respetaban en esa habitación.
Eso y que sus chicas sabían perfectamente lo que sucedería si alguno de los
libros de la biblioteca era dañado aunque sea un poquito.
El quehacer que realizaba en ese instante no podía
demorarse más. Gracias a sus trabajillos como contadora, la Fundadora había
ganado lo suficiente como para ampliar la colección de la OSECI, aunque no
debía menospreciar los pocos ejemplares que el resto de las chicas aportaban.
Cierto, últimamente ninguna podía leer tanto como quería, debían dejar los
libros abandonados y tomarlos poco a poco, uno a uno, pero valía la pena.
May había agregado a su estante personal una novela de
García Márquez recientemente, y se veía el título de lejos, en el lomo del
ejemplar (decía algo de Eréndira, Bell
no podía jurarlo). Mery, fue de las últimas en aceptar que se agregaran al Comunitario
los tres ejemplares de Los Juegos del
Hambre, en el cual Luna, con una gran sonrisa, colocó los tomos que tenía
de la serie de Canción de Fuego y Hielo.
Joke, con el aniversario de El Principito,
lo tomó del Comunitario y lo leyó bastante a principios del año y Carmen, ¡cómo
no!, anduvo de un lado para otro el mes pasado, recitando los pasajes más
animados de Alicia en el País de las
Maravillas.
Claro, no todo en la biblioteca eran novelas. Bell había
adquirido hacía poco un Atlas de Historia
del Mundo, porque no estudiaba Historia desde hacía años. ¿O qué tal el
ejemplar de Etimologías Grecolatinas
que insistió en guardar de sus años de estudiante? Era perfecto cuando se
quería inventar palabras para sus escritos. Incluso vio varias obras teatrales
en el estante de Mery y libros de música en el estante de la Sublíder Hippie,
así como álbumes de fotos del Barça en donde estaban los libros de la Messias.
¿Cómo no darse cuenta, si Luna los protegía del polvo con un pequeño estandarte
del dichoso equipo español?
¡Dios! (Bell sonrió con ironía, pensando en qué diría
el dueño del Palacio por aquella
exclamación). ¿Qué haría ella sin libros? Eran una de sus posesiones más
preciadas, con ellos pasaba ratos agradables, agradecía con el alma a los
autores que los habían creado y a ella misma, por poder conocerlos. No
importaba que en su propio estante tuviera que mezclar la serie completa de Crónicas de la Torre con la FiscoAgenda del año en turno, y ésta con
Flores en el Ático y sus secuelas, y
estos libros con la Ley Federal del
Trabajo de México, y esta ley con las ediciones de bolsillo de la serie de Los Reyes Malditos…
Definitivamente, valía la pena tener en orden aquel
mundo de libros, porque no solamente ella los adoraba con toda el alma.
—¿Terminaste?
Fic miró cómo su novia asentía, dejando en su lugar un
libro muy delgado (al menos para los parámetros de las habitantes de aquella casa,
que solían leer verdaderos “tabiques”). Ella se sacudió las manos, miró a su
alrededor y sonrió, satisfecha con el resultado.
Quizá debería poner algún letrero que amenazara con un
castigo monumental a quien no cumpliera con TODAS las normas de la biblioteca…
y colocarlo en la puerta por una semana o dos.
¿Era demasiado pedir que esas chicas suyas sacudieran
de vez en cuando los estantes, que no dejaran los libros tirados en los
sillones o en las mesitas, que apagaran siempre las lámparas que usaran de
noche o que no dejaran nada de tazas, vasos o platos sucios abandonados por
allí?
Quizá para las miembros de la OSECI (incluyéndose,
reconoció la Líder con resignación) sí era demasiado pedir.
Pero eso no les quitaba el amor a los libros, si no;
¿cómo era que tenían más que el año pasado, en vez de disminuir por extravío,
deterioro o uno de los muchos “accidentes” que eran frecuentes en aquel lugar?
Bell no tenía la menor idea. Quizá era que algunos de sus
“trucos”, bien aprendidos de volúmenes que reposaban en la repisa más alta del
Comunitario, sí funcionaban.
Se fue a hacer su maleta. Sabía que la biblioteca
seguiría entera cuando regresara.
&&&
Bien, esto no tiene mucho sentido. En serio, surgió de
repente, porque hoy (todavía es 23 de abril en México) es el Día Internacional del
Libro, yo últimamente he podido leer mucho y claro, mis chicas (al menos de las
que puedo seguirles la pista últimamente) también han hallado literatura
interesante. Veerie, May, Joke, Luna, Mery, Carmen, Writer, Pad… Si tienen
algún título que quieran agregar a su estante particular, me avisan y voy
editando detallitos de este mini–relato de la OSECI.
Y por si se lo preguntaban: en Aguascalientes hay
vacaciones escolares en este momento (Bell envidia un montón a su hermano
menor, el universitario), y la Feria Nacional de San Marcos 2012 inició
oficialmente el viernes. Quería sacar otro especial en su honor, pero no me fue
posible. Aunque por primera vez en mi vida iré al Palenque, así que quizá luego
les traiga la anécdota.
¡Oh, yeah! ¡Una nueva aventura OSECI! Pues me encantó, como siempre... y no sé que haré con Joke, tendré que desaparecer los chocos (???. Jajaja ¿Qué quiero agregar a mi biblioteca personal? Pues todos los ejemplares de Paulo Coelho, ah y de paso los de Julio Verne... ambos los adoro, pelearia con Mery por Wilde, pero nah se lo dejo a ella...
ResponderEliminarMe encantó, espero más OSECI´s Aventuras..
¡Adieu, Bell!