miércoles, 8 de enero de 2014

Describiendo a... (LXXII)

Título: Trono de cristal (en el idioma original, Throne of Glass).

Autor: Sarah J. Maas.

Sinopsis: Tras un año de trabajos forzados en las minas de sal, Celaena Sardothien ha sido convocada por el príncipe del reino de Adarlan. Celaena no ha acudido con la intención de acabar con la vida del príncipe, sino con el deseo de conquistar su libertad. Si vence a veintitrés asesinos, ladrones y guerreros en una competencia a vida o muerte, será liberada de prisión para ejercer como campeona real. El príncipe la aconsejará. El capitán de la guardia la protegerá. Pero algo maligno se esconde en el palacio de cristal, y está allí para matar. [...] (Extracto de la solapa de la contraportada de mi ejemplar).

Editorial de mi ejemplar: Santillana Ediciones Generales, S.A. de C.V. (a través de Alfaguara).

¿Qué les puedo decir? Como quizá recuerden de alguna seudo-reseña anterior, sigo a Alfaguara en Twitter y Facebook, así que resultó lógico que viera, casi enseguida, sus primeros anuncios de esta novela. Al principio, solo llamó mi atención la portada, pero conforme fui averiguando de qué trataba, me interesó más la historia, además de que ayuda, con su título, a que cumpla con uno de mis retos de lectura (el de "Lee tu nombre"). Para acabarla, ¡esta mujer se inició en una página de fics, como su servidora! Es como una nueva ídolo (Bell rueda los ojos, está exagerando). Ahora sí, a lo que interesa.

Celaena Sardothien es conocida como la Asesina de Adarlan, una leyenda criminal a lo largo y ancho de casi toda la ficticia tierra de Erilea. Pero alguien la traición, pues cayó prisionera y poco después, fue juzgada y condenada a trabajos forzados en una mina de sal emplazada cerca de la población de Endovier. Ha tenido malos ratos, pero comienza a sospechar un cambio cuando la mandan llamar y se topa de frente con el príncipe heredero de Adarlan, Dorian Havilliard, quien le lleva una propuesta bastante peculiar.

El rey de Adarlan, un hombre cuya ambición lo ha llevado a conquistar, por medio de las armas, cada reino que ha querido, ha decidido que necesita a un campeón, una persona que haga el "trabajo sucio" por él en ciertas circunstancias, por lo cual organiza un torneo. Algunos nobles y funcionarios de alto rango patrocinan a personajes de los bajos fondos, y eso explica que el príncipe Dorian esté en la mina de Endovier. Ha ido a ofrecerle a Celaena que se convierta en su campeona, a cambio de quedar libre tras ciertos años de servidumbre... si es que gana la competencia. De no ganarle al resto de los participantes, será devuelta a la mina sin miramientos, a menos que muera en el torneo.

La joven asesina (porque es joven, entrenada desde niña por alguien conocido como el Rey de los Asesinos) no tiene mejor oportunidad de salir de donde está y acepta el trato. A partir de allí, su único objetivo es ganar el dichoso torneo, por más que le repugne trabajar para el rey de Adarlan, el hombre que la condenó a la mina y que, por otro lado, no es el conquistador más benévolo en la historia de Erilea, pues entre otras cosas, ha arrasado poblados y destruido historia, esto último al haber hecho quemar una enorme cantidad de textos y materiales de magia, la cual también ha prohibido.

El sitio donde se desarrolla el torneo son los terrenos del legendario castillo de cristal de Rifthold, residencia real. Teniendo de base un viejo castillo de piedra, la construcción de cristal causa maravilla y repulsión en la protagonista, porque ¿cómo se puede andar por paredes y pisos de cristal, sobre todo en los niveles superiores, sin sentir algo de vértigo? Pero eso es lo que menos le preocupa a Celaena. Primero, porque no se aloja en la parte de cristal del sitio y segundo, porque casi de recién iniciado el torneo, mueren competidores, pero no a causa de las numerosas pruebas a las que son sometidos antes del duelo final. No, alguien o algo los asesina de forma cruel, haciendo una carnicería con sus cuerpos, por lo que Celaena comienza a pensar que haber ido al castillo de cristal pudo no ser la mejor de sus ideas.

Obviando ciertas partes que, evidentemente, no son la octava maravilla (en el sentido de que pueden ser "predecibles" debido al género que se maneja), la novela me ha entretenido. No es muy común que, además de guapa e inteligente, la protagonista sea la criminal en turno, pero criminal de verdad, no porque le han tendido una trampa o algo por el estilo. Conocemos pistas del pasado de Celaena que nos hacen preguntarnos quién era antes de ser entrenada para matar, aunque enseguida se nos olvida al concentrarnos en el torneo, en los campeones que aparecen muertos, en las charlas presuntamente ingeniosas entre la asesina y algunos con los que interactua (y Bell dice "presuntamente" porque a veces quería que dejaran de hablar y pasaran a algo más interesante) y en algunos temas periféricos que, aunque no parezca, puede que sean de interés al final (y algunos lo son, pero saben que aquí no se darán spoilers).

Como ha pasado últimamente, la protagonista no está en mi podio de personajes favoritos, aunque me cayó relativamente bien. Me quedo con Chaol Westfall, capitán de la guardia real que entrena a Celaena para el torneo y además, es amigo del príncipe Dorian; y además, con Nehemia, princesa de uno de los reinos conquistados, que anda por allí supuestamente para aprender el idioma y las costumbres de Adarlan, pero que oculta más de una idea en su brillante y bonita cabeza.

Y aviso que, debido al final del libro este (?), es más que obvio que existirá una secuela (o secuelas, no sé, ya ven que no están naaaaada de moda las sagas... Nótese el sarcasmo), pero vayan ustedes a saber para cuándo en español (Bell ha sido una perezosa y no ha investigado, luego a ver qué...).

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

(Leído en 2013)

1 comentario:

  1. Cuando recién salió le tenía muchas ganas al libro, pero como se demoran una eternidad trayéndolos casi lo había olvidado.
    Leyendo tu reseña me ha entrado de nuevo la curiosidad, si bien ya no es tan grande aún me quiero leer el libro, aunque no espero que me encante.
    ¡Besos!

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