~Aperitivo~
El príncipe y la
modista
(Jen Wang)
—¿Podría saber…? ¿Por qué os ponéis ropa de chica?
—No lo sé. Hay días en que me miro al espejo y me digo
«¡Ese soy yo, el príncipe Sebastian! Y me pongo ropa de chico y me parezco a mi
padre». Pero hay otros días en que se me antoja antinatural. Esos días me
siento más como si fuera… una princesa.
~Entrada~
Cuando me veas
(Laura Gallego
García)
Tina
se sentía extraña, como si estuviese contemplando la escena desde fuera, como
una espectadora en un cine a la que de pronto hubiesen teletransportado al
mundo existente más allá de la pantalla. Estaba allí, pero no estaba. Y, aunque
atribuía el insólito comportamiento de su vecino a la tremenda borrachera que
llevaba encima, no podía dejar de sentir que aquello no era del todo normal.
Asistió,
como en un sueño, a la breve conversación entre el vecino y su mujer a través
del interfono; cuando ella abrió por fin la puerta, Tina reaccionó, cogió su
mochila y se coló en el portal tras el hombre borracho.
Fue
entonces cuando se dio cuenta.
En
el recibidor había un viejo espejo que, pese a que estaba rajado por la mitad,
todavía aguantaba en su sitio. Tina echó un breve vistazo a su imagen
reflejada… y no la vio.
~Plato Fuerte~
Moxie
(Jennifer
Mathieu)
Puedo ver a las Riot Grrrls –mamá incluida– caminando
de noche por la calle con sus borcergos, cortes de pelo desafiantes y labios
pintados de negro, listas para defender sus creencias, lo que sabían que era
correcto.
Enojadas. Intocables. Imparables. Y, si usamos las
palabras que dijo la abuela sobre mamá en la cena de anoche, llenas de empuje.
O moxie en inglés. De pronto, ya lo tengo.
Con la lengua entre los dientes, la mente concentrada,
la mano firme, trazo unas letras con cuidado, ya imaginando cómo se verá el
producto final. Termino de trazar las letras del título y después, en el último
minuto, agrego el lema perfecto. Cuando termino, hago sonar mi cuello, que
quedó un poco dolorido por estar encorvada sobre mi creación, totalmente
abstraída. Después admiro mi trabajo. Siento la adrenalina correr con fuerza
dentro de mí. Sonrío.
Hace siglos que no estoy tan entusiasmada con algo.
~Postre~
El lenguaje de
las flores
(Vanessa
Diffenbaugh)
La mujer estaba cerrando la tienda cuando llegué.
Todavía no era mediodía.
—Si buscas otros cinco dólares, llegas tarde —comentó,
señalando la furgoneta con la cabeza. Estaba llena de pesados arreglos
florales—. Me habría venido bien tu ayuda.
Le mostré mi ramo.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Mi experiencia —contesté, ofreciéndole las flores.
Olió los crisantemos y las rosas; luego metió un dedo
entre la verbena y se examinó la yema. Limpia. Echó a andar hacia su furgoneta
y me indicó que la siguiera.
De la parte trasera del vehículo cogió un ramillete de
rosas blancas, rígidas, muy apretadas y atadas con una cinta de raso rosa. Puso
los dos ramos uno al lado del otro. No había comparación. […]
Con mis agradecimientos para Nea Poulain, por la idea para el ciclo de entradas "Tinta a la Carta".
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