Autor: Kerstin Gier.
Sinopsis: [...] Con el objetivo de develar las intenciones secretas del Conde, Gwendolyn y Gideon —olvidando por un momento sus penas de amor— no solo deben bailar un minué en una esplendorosa fiesta en el siglo XVIII, sino también lanzarse a vivir increíbles aventuras que les llevarán más allá de las fronteras del tiempo. (Extracto de la solapa interior de la portada de mi ejemplar).
Editorial de mi ejemplar: Random House Mondadori, a través de Montena.
¿Qué les puedo decir? Finalmente, en abril de 2012, salió a la venta en español, en México, el final de la trilogía de los viajeros en el tiempo, la cual había comenzado con Rubí y seguido con Zafiro. Quien como yo empezó leyendo estos libros con un mediano (e incluso escaso) interés, estará de acuerdo conmigo en sentirse como Paul de Villiers, como si "estuvieran construyendo un metro en su cerebro" (hay que reconocerle al hombre semejante expresión).
Como bien comenté en la seudo-reseña de Zafiro, las frases aparentemente mal escritas son todas posibles. A cada momento una puede confundirse cuando alguien dice algo como "fuiste mañana a hacer X cosa". ¿Entienden lo que quiero decir? La temática de los viajes temporales tienen ese inconveniente, que todo se vuelve un embrollo tremendo si no tienes buena memoria. O si te da dolor de cabeza cuando te intentan explicar esos embrollos.
A saber: Gwen se había quedado con un corazón de mazapán mordisqueado (esa metáfora me resultó simpática, para qué lo niego, con lo que me gusta comer mazapán...) por creer que Gideon no era totalmente sincero en sus sentimientos; en tanto, debía hallar una especie de tesoro escondido en su propia casa, con la ayuda de sus hermanitos, el mayordomo de la casa, su tía abuela y el daimon-gárgola Xemerius (acabé adorando a la criatura, y me reí de lo lindo con sus puntadas); Leslie, la mejor amiga, es bastante lista, me sorprendió con sus aportes a la causa, lo mismo que el hermano menor de Gideon, Raphael (¿alguien más aparte de mí piensa que es raro que dos hermanos tengan nombres tan dispares?). Por otro lado, detesté todavía más a Charlotte, ¿no es gracioso como en cada familia siempre hay algún pariente "perfecto" e insoportable? Lo dicho, esta chica le da mala fama a los sabelotodo.
¿Qué más? Ah, ya, todo lo que esconden Lucy y Paul. Debo admitir que uno de sus secretos lo empecé a sospechar desde Rubí. Sí, desde entonces. Será porque a veces escribo para mis fics cosas tan truculentas y enredadas, pero ese no es el punto: ese secreto lo sospeché por ciertos detalles, como que en mi mente encajaban y Esmeralda vino a confirmar que tuve razón. Otro de los secretos, el de por qué robaron el cronógrafo (un aparato que permite a los viajeros del tiempo hacer sus desplazamientos de forma controlada) era un poco más complejo y me tardé un poco más en atar cabos, pero allí sí tuve que esperar a Esmeralda para resolver el rompecabezas. Y por último, pero no menos importante, ¡lo del epílogo es tanto genial como cómico! (Bell ríe a carcajadas). Quien lea Esmeralda, creo que sabrá de qué hablo (cofBernhardcof).
Les aviso que puede darte un mareo monumental intentando encajar muchos de los acontecimientos de la trilogía, aunque Esmeralda hizo un buen trabajo aclarando varias escenas que, en su momento, nos resultaron extrañas en Rubí y en Zafiro. Sin embargo, hubo partes que sentí terminadas de manera ambigua y/o apresurada, aunque me considero afortunada de que la autora, al menos decidiera darles un "final" a esos asuntillos (como el caso del pomposo James). Insisto, es toda una proeza usar el tema de los viajes en el tiempo y no volverlo un completo desastre.
Conclusión: Esta trilogía tendrá sus detallitos en cuanto a cómo se explican algunas cosas, pero tan emocionada me tuvo con sus intrigas, con sus puntadas y con eso de compartir la curiosidad de Gwen para que le aclararan las cosas de una buena vez, que apenas me molestaron.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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