viernes, 22 de junio de 2012

La OSECI presenta... De cumpleaños a cumpleaños (Incauto Interludio)


~En la entrada anterior…~

Seguían los preparativos del cumpleaños de Bell bajo el mando de May, para enfado del embaucado Dann. Mucha gente aportaba su granito de arena, aunque algunos planeaban cosas que podrían causar algún desastre, como el ex–amante de la Fundadora y Líder Suprema.

A propósito, ¿dónde estaba Bell en esos momentos, mientras todo esto ocurría en la residencia de la OSECI?

Vamos a averiguarlo.

~En el comedor…~

—¡Estupendo! —exclamó May al dar una ronda para observar cómo iba todo.

La mesa del comedor estaba engalanada con un mantel blanco que en las orillas tenía bordadas rosas de varios colores. Se habían conseguido sillas extras en todos lados, así que era curioso ver metal, plástico y madera esperando a los comensales.

—Etto, May–nee… ¿puedo probar una de esas cremas francesas antes de…?

—No, Joke, ni se te ocurra. ¿Cómo va esa lona?

La Alcaldesa sonreía con cierta picardía a Dann, que en lo alto de una escalera de mano, torcía la boca con cierto disgusto, pero cuidándose de pasar desapercibido para su esposa y su seudo–madre, que andaban por allí acomodando la vajilla (la cual, por cierto, era una mezcla de materiales y colores casi tan rara como la de las sillas).

—Ya casi termino. Oye, ahora que lo pienso, ¿dónde está la del cumpleaños?

—¿Bell? Feliz de la vida en su ciudad, salió de vacaciones.

Algo en la voz de May hizo que Dann comenzara a sospechar, así que acabó su tarea, bajó de la escalera y ya iba a preguntarle más a la Encargada de los Chocos, cuando el novio de Bell pasó por allí. ¿Sabían que el pobre Fictus era demasiado incauto en ocasiones?

—Eh, Fic, ¿a qué fue tu novia a Aguascalientes?

El aludido, arqueando una ceja por encima de sus anteojos, terminó dando un suspiro.

—No fue —contestó con cierto aire alicaído —La embaucaron.

~Unos días antes, en el salón principal de la residencia…~

Cada SECI estaba en lo suyo, disfrutando una de esas tardes pacíficas de las que casi no tenían, aunque estaba ausente la Líder, encerrada en la biblioteca (como casi siempre) discutiendo con el dueño del Palacio ciertos gastos que no podía deducir de sus impuestos (como él quería).

Fue ese instante el que la Alcaldesa de Agua Imaginaria usó para sus planes.

—Eh, aprovechando que Bell no está… —comenzó.

—Etto… May–nee, ¿no es algo malo, verdad?

—¡Claro que no! Es algo genial para la semana que viene. ¿Saben por cuál fecha, no?

Caras inexpresivas fue toda la respuesta que recibió May.

—¡No, por favor! —se desesperó la Alcaldesa —¡Tienen que acordarse! Writer, ¿no tiene nada Bell para la semana que viene?

—Pues de hecho se me hizo raro que me pidiera anotar en la agenda de la OSECI “día libre” el veintiséis —respondió la Sacerdotisa Escribana, frunciendo el ceño —Y ya sabes que a su agenda personal no me deja tocarla.

—¡Seguro piensa escaparse con su novio, esa tía…!

—¡Luna, cálmate! No es eso —espetó May de mal humor —Ese día es su cumpleaños.

Otro silencio, pero ahora las SECI’s se miraban con creciente horror.

—Lo olvidaron —afirmó May. Las demás asintieron —En serio lo olvidaron —la Encargada de los Chocos vio otro asentimiento colectivo —¡Lo olvidaron! ¡No puedo creerlo! ¿Saben lo que nos hará si se entera, verdad?

—¿Lo que “nos” hará”? —quiso saber Carmen, intrigada.

—Eh… Yo no habría recordado si no hubiera llegado un paquete para Bell a la oficina de Correos. Me avisó Friki hace dos días.

Las demás se vieron unas a otras. ¿Por qué no habían hecho como Frikiloka y se habían conseguido un trabajo en la oficina de Correos del pueblo? Ni idea.

—Así que tuve una idea —avisó la Alcaldesa.

Joke hizo un mohín, Pad se retorció las manos al escuchar eso y Veerie, increíblemente, no se había quedado en la ignorancia esta vez, ya que preguntó.

—¿De qué tipo de fiesta estamos hablando?

Y al contemplar la sonrisa maliciosamente alegre de May, las demás lo supieron.

Si la Líder de la OSECI cumplía años, tendría un humor entre eufórico y fatalista, y les convenía mantenerlo de la primera forma a como diera lugar.

~En la biblioteca…~

—… Y por eso, aunque tengas los comprobantes, puedes deducir únicamente los gastos que sean “indispensables para la operación del negocio”.

Dann hizo una mueca, ante el discurso contable–fiscal que Bell le había echado debido a cierta compra hecha en el Palacio en los últimos días. La Fundadora y Líder Suprema era eficiente llevándole las cuentas, pero cuando se trataba de reducir impuestos, no lo hacía hasta haber consultado sus pequeños pero voluminosos libros de leyes, que estaban en su estante particular. Y eso podía llevarle horas.

—Bell, ¿tanta palabrería para decirme que no puedo deducir el caviar que decidí comprar para servir en el Palacio? —inquirió él, realmente fastidiado.

—Lo siento, pero el caviar es artículo de lujo, quería que te quedara claro.

—No sé qué me extraña, siempre te explayas. En fin, haz lo que se deba hacer y luego me pasas tus honorarios.

—¡Diantres, Dann! Ya te dije que con que nos sigas prestando la casa, basta. Aunque si decides cobrarnos renta, no te la negaré. Y eso que seguramente vaciarías nuestras carteras —en ese momento sonó una especie de silbido de pájaro, y Bell tomó su celular —Vaya, ¿quién hará sonar al sinsajo? Casi no tengo cobertura en este pueblo… —la joven mujer de anteojos abrió el aparato, leyó el mensaje de texto e hizo una mueca —¡Diablos! —masculló, cerrando el celular.

—¿Ahora qué?

—Mi madre. Quiere que vaya a casa para la semana que viene. Alega que hace mucho que no los veo y quiere hacerme una comida. ¡Como si me gustaran las fiestas…!

—¿Qué…?

Dann estuvo a punto de preguntar qué celebraba la familia de Bell, pero el novio de ésta lo salvó llamando a la puerta y asomando la cabeza.

—Cariño, llegó tu paquete, lo dejé en tu habitación —fue todo lo que informó.

—¡Genial! —la Líder Suprema salió corriendo, haciéndole un gesto a Dann para darle a entender que volvería pronto —Gracias, guapo —le dio un beso en la mejilla a su novio y se fue.

—Eh, Fic, ¿de qué se trata?

—Ordenó libros nuevos. Dice que es su “auto–regalo” de cumpleaños, porque está casi segura que nadie le regalará los libros que le gustan. Pero el pedido llegó antes, ella quería que fuera justo el martes.

Dann abrió los ojos con asombro y espanto.

—Déjame adivinar, olvidaste su cumpleaños —aventuró Fic.

—No precisamente, pero creo recordar que May mencionó algo de eso en mi cumpleaños. Voy a preguntarle a mi ‘posa y a Sole, otra vez, qué pasó ese día.

Fictus asintió, apretando los labios para no soltar la carcajada. Aún recordaba la fiesta del dueño del Palacio y la curiosa interpretación de él de varias canciones de cierto grupo español.

~En el dormitorio que tiene en su puerta un letrero que dice “Fundadora y Líder Suprema. Toca antes de entrar o morirás”…~

Sentada en su cama, Bell abría con sumo cuidado el paquete recién llegado, lamentándose por enésima vez que le hubieran cancelado Fahrenheit 451 en la librería por no haber existencias. Finalmente, pudo contemplar con cariño y curiosidad sus nuevas adquisiciones: Yo, Robot (que quería leer desde que vio completa la película con Will Smith), Crónicas Marcianas y La Cura Mortal. Tendría que postergar su lectura, tenía una especie de orden en sus pendientes, pero eso no quitaba la emoción de tenerlos.

—Ah, para esto me gusta tener empleo —musitó la Líder con alegría, sonriéndoles a sus libros nuevos —¿Irán a mi estante o al Comunitario? Falta saber si las chicas los han leído, cosa que no creo. Últimamente leo cosas fuera de los temas que me gustan.

Se fijó en el pequeño ejemplar de La Guerra de los Mundos que estaba en su mesita de noche y negó con la cabeza, en tanto acomodaba los ejemplares nuevos y los cargaba. Recorrió  brevemente la habitación con los ojos, sonriendo otra vez.

Mientras vivía en Aguascalientes, siempre quiso una habitación así. Las paredes estaban pintadas de rosa pálido, tenía un escritorio de madera con varios cajones donde descansaba su laptop color rosa y un armario donde cabía toda su ropa y sus zapatos. El tocador, junto al escritorio, era blanco, con un espejo ovalado, y sobre él había perfumes, un par de cremas y un neceser con maquillaje. La cama era cubierta por una colcha blanca estampada con florecillas de colores, y aparte de las almohadas necesarias, había un cojín especialmente pequeño y mullido, redondo, en forma de rosa.

Sí, pese a la edad y la seriedad con la que hacía la mayoría de las cosas, Bell tenía un lado bastante tierno y cursi que apenas sacaba a flote, pero que varios de sus amigos conocían. Lo malo era que, siendo la dirigente de un montón de chicas con ideas disparatadas, no era muy bueno ponerse tierna con ellas.

—Quizá vaya a casa —suspiró, cerrando la puerta del dormitorio con llave al salir al pasillo (precaución más que necesaria en esa residencia, donde la palabra “privacidad” no era tomada muy en serio) —Así mi madre dejará de fastidiar.

Y se marchó de regreso a la biblioteca, para acomodar a los recién llegados (los libros) en su nuevo hogar (su estante) y concluir el trabajo del día (deducir o no los latosos gastos de Dann).

~Un par de horas después, en el comedor…~

Los presentes ese día en la comida eran las SECI’s, un par de amigos guapos de Carmen, Fic, Tato y Frikiloka, que pasaron a saludar luego que la segunda cerrara la oficina de Correos y fueron invitadas sorpresivamente por May.

—Friki–sama, Tato, ¿cómo les va en Correos? —inquirió Bell, probando la sopa del día.

—¡Oh, es genial! No sabía que podían llegar tantas cartas a este pueblito —contestó Tato.

—Sí, y también es increíble todo lo que llega y no es debidamente reclamado —agregó Frikiloka con un mohín —O lo que dice “respuesta necesaria” y nadie lo contesta.

Bell sonrió con cierto nerviosismo, igual que la mayoría de los presentes. Se estaban acordando de los correos electrónicos que les enviaba Frikiloka por ser la Líder de cierto grupo de auxiliares en el buen escribir, eso era seguro.

—¿Alguna curiosidad que haya llegado? —quiso saber May apresuradamente.

—Pues yo no he visto ninguna, ¿tú, Friki?

—Creo que sí, pero se guardó en los AP, así que no me enteré de qué era.

Los AP eran los Apartados Postales, pequeños casilleros que podían conseguirse en la oficina de Correos si se pagaba una modesta renta mensual. En Agua Imaginaria era muy raro que alquien solicitara uno, más en esa era moderna donde las llamadas a celulares, los mensajes de texto, el correo electrónico y las redes sociales estaban a la orden del día.

—¿No tienen algo qué hacer próximamente? —soltó uno de los amigos de Carmen.

Las SECI’s lo miraron con desconcierto.

—No, a menos que consideremos hacer algún evento en el verano —consideró Bell —Y la verdad no tengo ganas —concluyó la Líder Suprema, saboreando más sopa.

—¿Y eso por qué? —quiso saber el amigo de Carmen.

—Orlando, ¡cállate ya! —espetó por lo bajo la Diosa Menor de Marzo.

—Estoy un poco cansada de tanto evento. No sé, a veces siento que la gente ni nos toma en cuenta… Pero claro, nosotras nos divertimos, así que da igual…

—Líder, ¡pero qué dices! —se escandalizó Pad.

—No me hagan mucho caso, ando medio apática. Esto de hacerse vieja…

Nadie dijo nada, pero en ese momento May se aclaró la garganta.

—Eh, Bell, ¿por qué no te vas una temporada a tu ciudad?

—¿Perdón? —la joven mujer de anteojos pensaba que había escuchado mal.

—Sí, sí. No has estado allá desde… ¿Cuándo, abril? Seguro que allá te extrañan.

—Ahora que lo dices, mi madre quiere que vaya… ¡Pero no! Seguro dará una lata enorme, queriendo que me consiga un trabajo más cerca, o que viva allá, ¡o que me case ya!

Ante lo último, Fic se atragantó con su agua de limón con chía, recibiendo enseguida palmaditas en la espalda por parte de Joke.

—Así que no, mejor aprovecho para aceptar el contrato que me trajiste —concluyó Bell, estirando la mano para tomar un panecillo de una canastita.

—¡Eso lo podemos ver después!

—Etto… Bell–sempai… ¿En tu ciudad puedes conseguir de esos chocolates rellenos de crema de menta, verdad? Los pequeñitos en forma de esferita…

—Sí, aunque la tienda en realidad está en… ¿Te comiste mis esferas de menta?

La Invitada Especial asintió tímidamente con la cabeza.

—¿Cuáles más te comiste?

A continuación, a una velocidad vertiginosa, Joke dio una lista de todos los chocolates que había consumido de la reserva especial de la Líder.

—¡No puedo creerlo! ¡Esa tienda no tiene sucursal acá! ¡Tendré que ir a casa, aunque sea para reemplazarlos! Y ustedes —miró al resto de las SECI’s —Más les vale que tengan un lugar seguro para guardarlos para cuando regrese, será el martes.

Acto seguido, la Fundadora y Líder Suprema se levantó de la masa y se marchó a grandes zancadas, dejando estupefactas a Frikiloka y a Tato.

—¿De dónde sacaste eso? —le preguntó May a su gemela.

—Etto… Sí me comí una de sus esferas. Demo… No me las acabé.

Las demás felicitaron la idea repentina, simplona y excelente que tuvo Joke para alejar a Bell de la residencia por unos días.

Aunque claro, tenían que acatar la orden de hallar el sitio idóneo para resguardar su reserva privada de chocolates, o la pasarían muy mal.

~En el presente, todavía en el comedor…~

—… Y por eso Bell me dejó a cargo antes de irse —terminó de contar Fic, consultando una hoja de papel donde estaba escrita una larga lista —De hecho, debo ir por ella a la estación en un momento, espero que no pase nada mientras estoy fuera…

—¿Y eso? —Dann arqueó una ceja antes de preguntar en voz baja —¿Por qué no simplemente llega aquí y ya?

—¿Llegar aquí cómo? No sabe conducir y las alturas le asustan.

Dann abrió la boca, luego se calló. Comenzaba a sospechar lo que pasaba, por lo que prefirió no hacer más comentarios.

—¿Puedo ir yo por Bell? —quiso saber Orlando, que pasaba por allí para llevarse la escalera de mano a otro lado.

El dueño del Palacio lo miró como si se hubiera vuelto loco, pero Fic le dedicó una sonrisa pequeña antes de responder.

—¡Oh, no, no quiero molestar! Además, los niños no deben acercarse a los autos.

Y se fue, dejando a Orlando boquiabierto y a Dann aguantándose la risa.

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No me culpen por semejante final de esta parte tan… no sé, rara. Iba a terminarla ayer, porque ya tenía la mayoría escrita, pero ¡oh, sorpresa!, mi rodilla se puso en mi contra (quienes me siguen en Twitter supieron algo, lo mismo que quienes me tienen de amiga en Face). Eso dará material para una entrada, al menos, pero primero quiero que pase mi cumpleaños, que por cómo van las cosas no saldrá tan genial como hubiera querido. En fin…

Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.

P.D. Para que conste en acta (o mejor dicho, en entrada), mi cuarto de la vida real no es como el de la residencia de la OSECI, ¡ya quisiera yo! Solo me proyecté acá, qué novedad... Ahora sí, ¡adiosín!

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