~En la entrada anterior…~
Seguían los preparativos del cumpleaños de Bell
bajo el mando de May, para enfado del embaucado Dann. Mucha gente aportaba su
granito de arena, aunque algunos planeaban cosas que podrían causar algún
desastre, como el ex–amante de la Fundadora y Líder Suprema.
A propósito, ¿dónde estaba Bell en esos momentos,
mientras todo esto ocurría en la residencia de la OSECI?
Vamos a averiguarlo.
~En el comedor…~
—¡Estupendo! —exclamó May al dar una ronda para
observar cómo iba todo.
La mesa del comedor estaba engalanada con un mantel
blanco que en las orillas tenía bordadas rosas de varios colores. Se habían
conseguido sillas extras en todos lados, así que era curioso ver metal,
plástico y madera esperando a los comensales.
—Etto, May–nee… ¿puedo probar una de esas cremas
francesas antes de…?
—No, Joke, ni se te ocurra. ¿Cómo va esa lona?
La Alcaldesa sonreía con cierta picardía a Dann, que
en lo alto de una escalera de mano, torcía la boca con cierto disgusto, pero
cuidándose de pasar desapercibido para su esposa y su seudo–madre, que andaban
por allí acomodando la vajilla (la cual, por cierto, era una mezcla de
materiales y colores casi tan rara como la de las sillas).
—Ya casi termino. Oye, ahora que lo pienso, ¿dónde
está la del cumpleaños?
—¿Bell? Feliz de la vida en su ciudad, salió de
vacaciones.
Algo en la voz de May hizo que Dann comenzara a
sospechar, así que acabó su tarea, bajó de la escalera y ya iba a preguntarle
más a la Encargada de los Chocos, cuando el novio de Bell pasó por allí.
¿Sabían que el pobre Fictus era demasiado incauto en ocasiones?
—Eh, Fic, ¿a qué fue tu novia a Aguascalientes?
El aludido, arqueando una ceja por encima de sus
anteojos, terminó dando un suspiro.
—No fue —contestó con cierto aire alicaído —La
embaucaron.
~Unos días antes, en el salón principal de la residencia…~
Cada SECI estaba en lo suyo, disfrutando una de esas
tardes pacíficas de las que casi no tenían, aunque estaba ausente la Líder,
encerrada en la biblioteca (como casi siempre) discutiendo con el dueño del Palacio ciertos gastos que no podía
deducir de sus impuestos (como él quería).
Fue ese instante el que la Alcaldesa de Agua
Imaginaria usó para sus planes.
—Eh, aprovechando que Bell no está… —comenzó.
—Etto… May–nee, ¿no es algo malo, verdad?
—¡Claro que no! Es algo genial para la semana que
viene. ¿Saben por cuál fecha, no?
Caras inexpresivas fue toda la respuesta que recibió
May.
—¡No, por favor! —se desesperó la Alcaldesa —¡Tienen
que acordarse! Writer, ¿no tiene nada Bell para la semana que viene?
—Pues de hecho se me hizo raro que me pidiera anotar
en la agenda de la OSECI “día libre” el veintiséis —respondió la Sacerdotisa
Escribana, frunciendo el ceño —Y ya sabes que a su agenda personal no me deja
tocarla.
—¡Seguro piensa escaparse con su novio, esa tía…!
—¡Luna, cálmate! No es eso —espetó May de mal humor
—Ese día es su cumpleaños.
Otro silencio, pero ahora las SECI’s se miraban con
creciente horror.
—Lo olvidaron —afirmó May. Las demás asintieron —En
serio lo olvidaron —la Encargada de los Chocos vio otro asentimiento colectivo —¡Lo
olvidaron! ¡No puedo creerlo! ¿Saben lo que nos hará si se entera, verdad?
—¿Lo que “nos” hará”? —quiso saber Carmen, intrigada.
—Eh… Yo no habría recordado si no hubiera llegado un
paquete para Bell a la oficina de Correos. Me avisó Friki hace dos días.
Las demás se vieron unas a otras. ¿Por qué no habían
hecho como Frikiloka y se habían conseguido un trabajo en la oficina de Correos
del pueblo? Ni idea.
—Así que tuve una idea —avisó la Alcaldesa.
Joke hizo un mohín, Pad se retorció las manos al escuchar
eso y Veerie, increíblemente, no se había quedado en la ignorancia esta vez, ya
que preguntó.
—¿De qué tipo de fiesta estamos hablando?
Y al contemplar la sonrisa maliciosamente alegre de
May, las demás lo supieron.
Si la Líder de la OSECI cumplía años, tendría un humor
entre eufórico y fatalista, y les convenía mantenerlo de la primera forma a
como diera lugar.
~En la biblioteca…~
—… Y por eso, aunque tengas los comprobantes, puedes deducir
únicamente los gastos que sean “indispensables para la operación del negocio”.
Dann hizo una mueca, ante el discurso contable–fiscal
que Bell le había echado debido a cierta compra hecha en el Palacio en los últimos días. La
Fundadora y Líder Suprema era eficiente llevándole las cuentas, pero cuando se
trataba de reducir impuestos, no lo hacía hasta haber consultado sus pequeños
pero voluminosos libros de leyes, que estaban en su estante particular. Y eso
podía llevarle horas.
—Bell, ¿tanta palabrería para decirme que no puedo
deducir el caviar que decidí comprar para servir en el Palacio? —inquirió él, realmente fastidiado.
—Lo siento, pero el caviar es artículo de lujo, quería
que te quedara claro.
—No sé qué me extraña, siempre te explayas. En fin,
haz lo que se deba hacer y luego me pasas tus honorarios.
—¡Diantres, Dann! Ya te dije que con que nos sigas
prestando la casa, basta. Aunque si decides cobrarnos renta, no te la negaré. Y
eso que seguramente vaciarías nuestras carteras —en ese momento sonó una
especie de silbido de pájaro, y Bell tomó su celular —Vaya, ¿quién hará sonar
al sinsajo? Casi no tengo cobertura en este pueblo… —la joven mujer de anteojos
abrió el aparato, leyó el mensaje de texto e hizo una mueca —¡Diablos!
—masculló, cerrando el celular.
—¿Ahora qué?
—Mi madre. Quiere que vaya a casa para la semana que
viene. Alega que hace mucho que no los veo y quiere hacerme una comida. ¡Como
si me gustaran las fiestas…!
—¿Qué…?
Dann estuvo a punto de preguntar qué celebraba la
familia de Bell, pero el novio de ésta lo salvó llamando a la puerta y asomando
la cabeza.
—Cariño, llegó tu paquete, lo dejé en tu habitación
—fue todo lo que informó.
—¡Genial! —la Líder Suprema salió corriendo,
haciéndole un gesto a Dann para darle a entender que volvería pronto —Gracias,
guapo —le dio un beso en la mejilla a su novio y se fue.
—Eh, Fic, ¿de qué se trata?
—Ordenó libros nuevos. Dice que es su “auto–regalo” de
cumpleaños, porque está casi segura que nadie le regalará los libros que le
gustan. Pero el pedido llegó antes, ella quería que fuera justo el martes.
Dann abrió los ojos con asombro y espanto.
—Déjame adivinar, olvidaste su cumpleaños —aventuró
Fic.
—No precisamente, pero creo recordar que May mencionó
algo de eso en mi cumpleaños. Voy a preguntarle a mi ‘posa y a Sole, otra vez,
qué pasó ese día.
Fictus asintió, apretando los labios para no soltar la
carcajada. Aún recordaba la fiesta del dueño del Palacio y la curiosa interpretación de él de varias canciones de
cierto grupo español.
~En el dormitorio que tiene en su puerta un letrero que
dice “Fundadora y Líder Suprema. Toca antes de entrar o morirás”…~
Sentada en su cama, Bell abría con sumo cuidado el
paquete recién llegado, lamentándose por enésima vez que le hubieran cancelado Fahrenheit 451 en la librería por no
haber existencias. Finalmente, pudo contemplar con cariño y curiosidad sus
nuevas adquisiciones: Yo, Robot (que
quería leer desde que vio completa la película con Will Smith), Crónicas Marcianas y La Cura Mortal. Tendría que postergar su
lectura, tenía una especie de orden en sus pendientes, pero eso no quitaba la
emoción de tenerlos.
—Ah, para esto me gusta tener empleo —musitó la Líder
con alegría, sonriéndoles a sus libros nuevos —¿Irán a mi estante o al
Comunitario? Falta saber si las chicas los han leído, cosa que no creo.
Últimamente leo cosas fuera de los temas que me gustan.
Se fijó en el pequeño ejemplar de La Guerra de los Mundos que estaba en su mesita de noche y negó con
la cabeza, en tanto acomodaba los ejemplares nuevos y los cargaba.
Recorrió brevemente la habitación con
los ojos, sonriendo otra vez.
Mientras vivía en Aguascalientes, siempre quiso una
habitación así. Las paredes estaban pintadas de rosa pálido, tenía un escritorio
de madera con varios cajones donde descansaba su laptop color rosa y un armario
donde cabía toda su ropa y sus zapatos. El tocador, junto al escritorio, era
blanco, con un espejo ovalado, y sobre él había perfumes, un par de cremas y un
neceser con maquillaje. La cama era cubierta por una colcha blanca estampada
con florecillas de colores, y aparte de las almohadas necesarias, había un
cojín especialmente pequeño y mullido, redondo, en forma de rosa.
Sí, pese a la edad y la seriedad con la que hacía la
mayoría de las cosas, Bell tenía un lado bastante tierno y cursi que apenas
sacaba a flote, pero que varios de sus amigos conocían. Lo malo era que, siendo
la dirigente de un montón de chicas con ideas disparatadas, no era muy bueno
ponerse tierna con ellas.
—Quizá vaya a casa —suspiró, cerrando la puerta del
dormitorio con llave al salir al pasillo (precaución más que necesaria en esa
residencia, donde la palabra “privacidad” no era tomada muy en serio) —Así mi
madre dejará de fastidiar.
Y se marchó de regreso a la biblioteca, para acomodar
a los recién llegados (los libros) en su nuevo hogar (su estante) y concluir el
trabajo del día (deducir o no los latosos gastos de Dann).
~Un par de horas después, en el
comedor…~
Los presentes ese día en la comida eran las SECI’s, un
par de amigos guapos de Carmen, Fic, Tato y Frikiloka, que pasaron a saludar
luego que la segunda cerrara la oficina de Correos y fueron invitadas
sorpresivamente por May.
—Friki–sama, Tato, ¿cómo les va en Correos? —inquirió
Bell, probando la sopa del día.
—¡Oh, es genial! No sabía que podían llegar tantas
cartas a este pueblito —contestó Tato.
—Sí, y también es increíble todo lo que llega y no es
debidamente reclamado —agregó Frikiloka con un mohín —O lo que dice “respuesta necesaria”
y nadie lo contesta.
Bell sonrió con cierto nerviosismo, igual que la
mayoría de los presentes. Se estaban acordando de los correos electrónicos que
les enviaba Frikiloka por ser la Líder de cierto grupo de auxiliares en el buen
escribir, eso era seguro.
—¿Alguna curiosidad que haya llegado? —quiso saber May
apresuradamente.
—Pues yo no he visto ninguna, ¿tú, Friki?
—Creo que sí, pero se guardó en los AP, así que no me
enteré de qué era.
Los AP eran los Apartados Postales, pequeños
casilleros que podían conseguirse en la oficina de Correos si se pagaba una
modesta renta mensual. En Agua Imaginaria era muy raro que alquien solicitara
uno, más en esa era moderna donde las llamadas a celulares, los mensajes de
texto, el correo electrónico y las redes sociales estaban a la orden del día.
—¿No tienen algo qué hacer próximamente? —soltó uno de
los amigos de Carmen.
Las SECI’s lo miraron con desconcierto.
—No, a menos que consideremos hacer algún evento en el
verano —consideró Bell —Y la verdad no tengo ganas —concluyó la Líder Suprema,
saboreando más sopa.
—¿Y eso por qué? —quiso saber el amigo de Carmen.
—Orlando, ¡cállate ya! —espetó por lo bajo la Diosa
Menor de Marzo.
—Estoy un poco cansada de tanto evento. No sé, a veces
siento que la gente ni nos toma en cuenta… Pero claro, nosotras nos divertimos,
así que da igual…
—Líder, ¡pero qué dices! —se escandalizó Pad.
—No me hagan mucho caso, ando medio apática. Esto de
hacerse vieja…
Nadie dijo nada, pero en ese momento May se aclaró la
garganta.
—Eh, Bell, ¿por qué no te vas una temporada a tu ciudad?
—¿Perdón? —la joven mujer de anteojos pensaba que
había escuchado mal.
—Sí, sí. No has estado allá desde… ¿Cuándo, abril? Seguro
que allá te extrañan.
—Ahora que lo dices, mi madre quiere que vaya… ¡Pero
no! Seguro dará una lata enorme, queriendo que me consiga un trabajo más cerca,
o que viva allá, ¡o que me case ya!
Ante lo último, Fic se atragantó con su agua de limón
con chía, recibiendo enseguida palmaditas en la espalda por parte de Joke.
—Así que no, mejor aprovecho para aceptar el contrato
que me trajiste —concluyó Bell, estirando la mano para tomar un panecillo de
una canastita.
—¡Eso lo podemos ver después!
—Etto… Bell–sempai… ¿En tu ciudad puedes conseguir de
esos chocolates rellenos de crema de menta, verdad? Los pequeñitos en forma de
esferita…
—Sí, aunque la tienda en realidad está en… ¿Te comiste
mis esferas de menta?
La Invitada Especial asintió tímidamente con la
cabeza.
—¿Cuáles más te comiste?
A continuación, a una velocidad vertiginosa, Joke dio
una lista de todos los chocolates que había consumido de la reserva especial de
la Líder.
—¡No puedo creerlo! ¡Esa tienda no tiene sucursal acá!
¡Tendré que ir a casa, aunque sea para reemplazarlos! Y ustedes —miró al resto
de las SECI’s —Más les vale que tengan un lugar seguro para guardarlos para
cuando regrese, será el martes.
Acto seguido, la Fundadora y Líder Suprema se levantó
de la masa y se marchó a grandes zancadas, dejando estupefactas a Frikiloka y a
Tato.
—¿De dónde sacaste eso? —le preguntó May a su gemela.
—Etto… Sí me comí una de sus esferas. Demo… No me las
acabé.
Las demás felicitaron la idea repentina, simplona y
excelente que tuvo Joke para alejar a Bell de la residencia por unos días.
Aunque claro, tenían que acatar la orden de hallar el
sitio idóneo para resguardar su reserva privada de chocolates, o la pasarían
muy mal.
~En el presente, todavía en el
comedor…~
—… Y por eso Bell me dejó a cargo antes de irse
—terminó de contar Fic, consultando una hoja de papel donde estaba escrita una
larga lista —De hecho, debo ir por ella a la estación en un momento, espero que
no pase nada mientras estoy fuera…
—¿Y eso? —Dann arqueó una ceja antes de preguntar en
voz baja —¿Por qué no simplemente llega aquí y ya?
—¿Llegar aquí cómo? No sabe conducir y las alturas le
asustan.
Dann abrió la boca, luego se calló. Comenzaba a
sospechar lo que pasaba, por lo que prefirió no hacer más comentarios.
—¿Puedo ir yo por Bell? —quiso saber Orlando, que
pasaba por allí para llevarse la escalera de mano a otro lado.
El dueño del Palacio lo miró como si se hubiera vuelto
loco, pero Fic le dedicó una sonrisa pequeña antes de responder.
—¡Oh, no, no quiero molestar! Además, los niños no
deben acercarse a los autos.
Y se fue, dejando a Orlando boquiabierto y a Dann
aguantándose la risa.
&&&
No me culpen por semejante final de esta parte tan… no sé, rara. Iba
a terminarla ayer, porque ya tenía la mayoría escrita, pero ¡oh, sorpresa!, mi
rodilla se puso en mi contra (quienes me siguen en Twitter supieron algo, lo
mismo que quienes me tienen de amiga en Face). Eso dará material para una
entrada, al menos, pero primero quiero que pase mi cumpleaños, que por cómo van
las cosas no saldrá tan genial como hubiera querido. En fin…
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
P.D. Para que conste en acta (o mejor dicho, en entrada), mi cuarto de la vida real no es como el de la residencia de la OSECI, ¡ya quisiera yo! Solo me proyecté acá, qué novedad... Ahora sí, ¡adiosín!
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