Título: Flores en el Ático (en el idioma original, Flowers in the Atic).
Autor: V. C. Andrews.
Sinopsis: [...] De manera que, como Charles Dickens, en esta obra de "imaginación" me ocultaré a mí misma detrás de un nombre supuesto, y viviré en lugares falsos, y pediré a Dios que los que deberían haberse sentido fulminados cuando leyeron lo que tengo que decir, apenas se sientan heridos y, ciertamente, Dios en su infinita misericordia, hará que algún editor comprensivo imprima mis palabras, haciendo con ellas un libro, y me ayude a contar toda la terrible verdad. (Extracto del prólogo).
Editorial de mi ejemplar: Random House Mondadori, a través de Debolsillo.
¿Qué les puedo decir? Ciertamente, esta es una seudo-reseña diferente, comenzando con que en la sinopsis no hay extractos de la contraportada, puesto que mi ejemplar tiene escrito en la suya unas cuantas líneas más bien ambiguas, que no dicen gran cosa. Por otro lado, mi ejemplar tampoco tiene solapas, así que no tenía mucho con qué trabajar. Advierto que esta novela es la primera de una serie, ¡vaya novedad!, dirán algunos (Bell rueda los ojos), pero qué quieren, no pude resistirme, y me fui comprando los libros uno a uno, cuando los veía disponibles, aunque el último de la serie terminé ordenándolo en línea, ya que aquí no se veía.
Dejando de lado esa introducción tan rara, entremos en materia. La novela narra la vida de los cuatro hermanos Dollanganger (Bell sabe que el apellido es rarito, pero créanlo o no, lo escribe de memoria), todo narrado por la segunda hija, Catherine (o Cathy, como la llaman casi siempre). Al principio se ve a una familia feliz, pero por desgracia el padre muere en un accidente, dejando a la familia en una difícil situación. Así, la madre decide escribir a sus padres, con quienes no habla desde que "cayó en desgracia" (como suele decir ella) para pedirles ayuda. La respuesta es que podrá volver al hogar de su infancia, llevándose a sus hijos, y también se ve la promesa de una cuantiosa herencia en cuanto el abuelo de los niños Dollanganger perdone a su hija... por lo que sea que haya hecho.
Así, la familia entera se marcha a la villa de los padres de ella, los Foxworth, pero los hermanos se quedan pasmados cuando conocen a su abuela, una mujer vestida de gris y con un duro carácter, que da a entender que deben quedarse en una habitación y hacer como que no están allí. La madre de los niños les pide que aguanten un poco, que pronto podrá sacarlos y presentárselos al abuelo moribundo, pero entre una cosa y otra, la espera se alarga y se alarga...
Intentar decir más sería revelar gran parte de la trama, y como sabrán, esa nunca es mi intención. Para empezar, que los dos hijos mayores (Chris y Cathy) se enteren de por qué la abuela los odia y por qué el abuelo vive en la ignorancia respecto a su existencia... es impactante, bastante preocupante. Después, con el correr del tiempo, ellos se vuelven los padres sustitutos para sus hermanos menores, lo cual les alivia un poco el tener que estar encerrados en un cuarto con acceso a un ático todavía más tétrico que la idea del cautiverio. Y conforme transcurren los acontecimientos, una se queda pensando en lo que ciertas personas son capaces de hacer para conseguir lo que quieren, ya sea dinero, un perdón divino que nunca vendrá o quizá ambos.
Los cuatro Dollanganger son, en orden de edad, Chris (Christopher Jr, el padre también se llamaba Christopher), Cathy, Carrie y Cory (bueno, los dos últimos son gemelos, pero no estoy segura de cuál nació primero). Chris es optimista, muy inteligente, sueña con ser médico y casi siempre procura pensar bien las cosas antes de hablar, además de que es el que más quiere a su madre, Corrine. Cathy, como ya mencioné, es la narradora, y por lo que pude percibir, es sentimental, obstinada, dada un poco a ver lo negativo de las cosas, pero también se nota que cuando la situación lo requirió, protegió a los suyos; aspira a ser bailarina de ballet. Carrie y Cory son unos muñecos vivientes de cabellos rubios y ojos azules, aunque Carrie era más caprichosa que su hermano y mucho más alborotada. Cory tiene talento musical, es un angelito, una ternura de niño, callado y un poquitín más obediente que su gemela (Bell siente un nudo en la garganta y mejor cambia de tema).
En cuanto al resto de los personajes, al principio conocemos un poco al señor Dollanganger, que pobre, si no se muere, la novela simplemente no se da (Bell delira un poco, mejor prosigue). Corrine, la madre, al principio me parecía una mujer amorosa, pero algo torpe, todo porque siempre dependió de otros para estar bien, pero conforme se fueron desvelando ciertos acontecimientos, me quedó claro que pudo haber tenido un poco más de agallas por sus hijos, de haberlo querido, además de que por dinero, se convirtió en una... (Bell se muerde la lengua para censurarse). En cuanto a los Foxworth... A la abuela es a la que más se lee, se presenta como una vieja severa, sin corazón, que se aferra a sus creencias de una forma retorcida; para no ser como ella podría unirme a Doño Dann y ser casi atea (Bell suelta una risita). Y el abuelo aparece físicamente una sola vez, aunque es mencionado en otras ocasiones, así que de él no puedo opinar muy bien, pero con lo poco que se explica de su persona (un hombre ambicioso y con mente igual o peor de cerrada que su esposa), pues no me deja buena impresión.
La historia en general me recuerda a las telenovelas, lo digo en serio, en ciertas ocasiones es demasiado dramática como para creer que pudiera pasar en la vida real. Por otra parte, al acordarme de las barbaridad que suceden en la realidad (vayan a ver un noticiero y luego me cuentan), no me parece tan descabellado. Quitando algunos aspectos de la narrativa de Cathy, que sí son los esperados en un libro (esa chica se pasa de cursi y/o filosófica algunas veces, la verdad), no me decepcionó este libro. Que por cierto, ya tiene reseñas en las Divagaciones de Nea y en los Delirios de May... que son las más recientes que recuerdo. No quise leerlas a conciencia porque me hubieran soltado algún spoiler del libro, pero quizá en los próximos días me pase y les comente. Y si algún otro que me lee sabe de otra reseña de esta misma novela, que me avise.
Ahora, lo que sigue, ¿ustedes qué creen? ¡Exacto! La siguiente parte, Pétalos al Viento, que espero siga el buen ritmo, el drama y la sensibilidad que me tocaron en Flores en el Ático, porque si no, la saga entera se convertirá a mis ojos en una de esas historias que no debió alargarse.
En serio, me daban ganas de poder ir con los Dollanganger, abrirles la puerta y llevármelos lejos de su encierro. He dicho.
Cuídense mucho y nos leemos a la próxima.
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